Cómo deshacerte del trauma del 2020

Trauma del 2020

Nos hemos quedado todos traumatizados este año, eso es seguro. Lo leí en la cuenta de @estimulaadultos, y me parece que tienen más razón que un santo. Somos la generación que, en lugar de machacar a nuestros nietos con  el «hambre tenías que haber pasado», los abrumaremos con: «una pandemia tendrías que haber pasado».

Nuestra hambre eterna será de besos, abrazos, de ver a los que queremos, de poder salir sí queremos y cuando queramos. O de una cosa tan dada por supuesto como que los niños estén con niños, que vayan al colegio. Sentarnos alrededor de una mesa y compartir un plato llenito de sandía.  

Inciso: en Curicó nos han vuelto a confinar. Así que recupero esta playlist que, sinceramente, tengo ganas de borrar.

El origen del trauma 2020: no soy dueño de mi tiempo.

El año pasado os dejé este post «Intentarlo todo», que me deja a la altura de Nostradamus. Os cito un párrafo, para que veáis que yo como gitana adivinadora no tengo mucho futuro:

Un año con 24 horas de más para intentarlo todo. Un año bisiesto es un año en que la Tierra decide darte un gran regalo. Nada más y nada menos que 24 horas más ¡24 horas extras! Solo cada 4 años, piénsalo, solo cada 4 años tienes esta oportunidad. Un año así, que cambia década, que tiene días mágicos como palíndromos: (20-02-2020) es un año en que por fuerza tienen que pasar grandes cosas. Un año de toma de decisiones, de esas que traen consecuencias, quizás graves.

Pero qué coño, la vida está para divertirse, y de qué serviría esto que llamamos vida si no le ponemos sal. La vida siempre te trae obstáculos. Quizás, si no fuera así, no sería tan divertido. Y como os dije todavía cuando os hablé de que todo el mundo quiere una casa en el árbol: Seríamos personajes planos en una novela sonsa y edulcorada. No aprenderíamos nada. No mejoraríamos ni ayudaríamos a otros a ser mejores personas, no nos llenaríamos de arrugas, que en realidad son dobladillos de la piel donde uno guarda lo que aprende de las heridas.

No sería tan divertido, digo. ¿No querías caldo? Pues toma confinamiento. De largo, este ha sido el año de mi vida en que he dispuesto de menos tiempo personal, y eso incluyendo el año en que nació mi hija, que os aseguro que vivía colgada de mi cuello.

En la primera parte del 2020, el teletrabajo y atender a Aitana (en Chile han estado todo el año escolar, de marzo a diciembre, en educación virtual) no me ha dejado mucho tiempo. Y eso que lo intenté: madrugué como nunca y me esforcé como pude, para, además de mi trabajo, llevar al día mi curso de Novela en Escuela de Escritores, avanzar en mi tercera novela, y, cuando me daba el tiempo, escribir en este blog.

¿A vosotros os ha pasado igual? Seguramente. Conozco algún caso que no, que la cuarentena les pilló de buenas, con ERTE pero sin teletrabajo, o con teletrabajo pero sin niños, y eso les dejó en una situación diferente. Maratones de Netflix y todo eso.  

Pero en general el primer trauma del 2020 tiene el sabor de cuando nos castigaban de niños: sencillamente, no nos ha dejado hacer lo que queríamos.

Y falta que te digan que no puedes hacer algo para que tengas más ganas.  Más de uno se ha vuelto runner, o le ha dado por hacer tablas de crossfit como si no hubiera mañana.

La segunda parte del trauma es por los nuestros.

Haber estado lejos de la familia y amigos, aun cuando vivierais en la misma ciudad. No poder verlos, abrazarlos. Perderlos en algunos casos. Vivir con el miedo a ser vosotros quien los contagiarais. Todo eso se ha quedado impregnado en la piel. Y más de uno se plantea, ¿por qué no llamé antes a mi madre?

Pero mi intención no era quejarme. Creo que se me puede acusar de muchas cosas, pero no suelo ser quejica. Así que no voy a empezar hoy. Ya he soltado la pataleta, ya puedo seguir adelante.

Procrastinadores del 2020 y gente bloqueada: no estáis solos.

En este blog os he hablado mucho de procrastinar, y nunca me había dado cuenta de que en realidad hay otro termino que me gusta mucho más: hacerme la remolona.

Resulta que, los breves espacios de tiempo que he conseguido, en ocasiones los he malgastado, me ha costado ponerme en marcha y concentrarme. ¿Sois de los que este año habéis tenido la productividad en cuarentena? Pues no os latigueéis, no sois los únicos.

procrastinar
Esto es lo que he querido hacer gran parte del año.

Ha sido un año en el que la cabeza nos ardía. La incertidumbre estaba en el aire, nadie sabía (o sabe) lo que va a pasar la semana siguiente. Es difícil concentrarse así, por muchas técnicas que se utilicen.

El 2020 ya está muerto, qué sentido tiene pensar en lo que pudiste hacer de otra forma. Mejor pasemos a la primera fase para superar este trauma: Perdonad, no olvidéis.

Primer paso para abandonar el trauma: perdonad, no olvidéis.

Como dije en Instagram, no es que vaya a despedirme con un querido 2020, porque la verdad querido no ha sido, aunque me hayan pasado muchas cosas buenas, como publicar mi segunda novela.

Lo que no voy a hacer es odiarlo para siempre. Mejor le perdono y me perdono todos esos momentos de debilidad, de crisis, de llanto, o de no me apetece hacer nada, o de ¿quieres ver unos dibujos?, o de “no puedo más”.

Me perdono las debilidades del año, pero no olvido nada. Ni un minuto: estoy convencida de que, a pesar de tanta historia, alguna cosa buena hemos sacado todos. Algunos han interiorizado más, otros han pasado más tiempo con la familia. Otros habrán leído más. Yo que sé. Me podéis contar vosotros si habéis sacado algo bueno o no de este año.

Ejercicio práctico: como si fuerais Instagram, plantearos recopilar vuestro top 9. Pensad en 9 cosas buenas que os hayan pasado. Y eso puede ser aquel día de verano que sí pudisteis salir, una conversación de risa con vuestros hijos, dormir la siesta un día inesperado, un amigo redescubierto.

Yo os dejo los míos:

Este 2020 nos ha abrumado con cosas malas, pero como te digo, alguna cosa positiva podrás decir. Pues a partir de ahí perdónate y perdona al año. Cierra la puerta y sigue adelante.

Segundo paso: un ejercicio de optimismo

Como os he contado, empecé el año 2020 pensando en todo lo bueno que podía hacer con 24 horas extra. Sabía que iba a ser el año donde publicara El segundo de antes, y eso de por sí ya era una gran noticia.

Luego vino lo que vino. Pero quizás, aunque cueste, deberíamos hacer lo mismo este año. Darle un poco de optimismo. Creer que vamos a tener suerte y así olvidarnos del trauma del 2020.

En varias ocasiones he hablado de cómo formular objetivos reales.

En este año de incertidumbre, es difícil  poner metas incluso a corto plazo. Nadie sabe si vamos a estar en cuarentena, si los niños estarán en casa, si tendremos teletrabajo… Parece imposible ponerse metas, sobre todo en cuanto a nuestras otras vidas se refiere (en mi caso la escritura).

Así que yo, en mi caso he intentado ser escueta:

No sé si los cumpliré o no. Este año no pude acabar de escribir mi tercera novela, que era lo que me había propuesto. Pero lo acepto y sigo adelante. En cualquier caso, me ayuda tener mis objetivos escritos. Es mi guía.

Creo que, para los que como yo no vayáis a tener un bebé en días, podéis programaros un pequeño espacio de tiempo semanal para eso que os encanta hacer, para vosotros mismos. Ya sabéis que defiendo mucho esto, aunque este año lo he incumplido en muchas ocasiones.

Tercer paso: fuera amargor.

Yo no sé cuando llegará la vacuna, o la normalidad, o ese glorioso día donde podamos hacer una hoguera con las mascarillas. Lo que sé es que estar amargados  no nos ayuda.

De todas formas, relativicemos un poco. Quedarse en casa es una lata, y tenemos derecho a quejarnos, pero muchos de nuestros abuelos vivieron la guerra y la posguerra.

Ocuparse de los niños y del trabajo a la vez es una locura, y, no te equivoques, tienes derecho a llorar y a quejarte, a decir «no puedo más» y tener malos días. Pero recuerda lo que pasó después de esos malos días donde creías que no podías más: al final amaneció de nuevo, y pudiste más.

Al final estamos vivos. Y tarde o temprano,  esto pasará.

El trauma del 2020 a futuro.

Creo que esto nos ha marcado. Me pregunto si los efectos durarán para siempre . ¿Nos acordaremos de llamar más a los nuestros? ¿De visitar a nuestros mayores? ¿Dejaremos el trabajo para atender un café con los amigos? ¿Besaremos a nuestros nietos siempre que podamos?

No podemos saber cómo nos influirá. Las personas tenemos una memoria muy corta.

Pero ha llegado otro año. Y después vendrá otro. Como dice Vetusta Morla: Se apaga el carrusel, deséanos suerte.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *