El campo que hay detrás de mi casa, el que uso para andar y pasear, todos los veranos lo vallan para que vengan a pastar unas adorables ovejas.
Por una parte, pues sí, es gracioso ver las ovejitas saltando y beee y todo eso. Por otro lado, como he dicho, vallan casi todo el campo y traen perros pastores, con lo que mi paseo se ve reducido como a un cuarto de terreno.
Pues esto es lo que yo llamo situación cardo. La ves desde lejos y, aunque crees que de alguna forma puedes pasar por al lado sin que te moleste, al final, te acabas pinchando y no sabes cómo.

Esto es lo que el COVID nos ha traído durante todo el año.
Lo que vengo a decir es que este año nos está poniendo a todos ante decisiones muy difíciles. De esas que, hagas lo que hagas, te acaban doliendo.
Aunque por otra parte, esto es solo una cara de la moneda, y os recuerdo que, habitualmente, hay otra.
Inciso: obviamente hay gente que ha perdido mucho este año, seres queridos que se fueron sin oportunidad de un último adiós. No quiero trivializar vuestro dolor. Este post está dirigido a todos los demás, los que hemos pasado penas, pero sin lamentar tragedias.
Mi playlist de la cuarentena:
Año de sacrificios
Has leído esto y ya has pensado unos cuantos sacrificios que has hecho. Que si teletrabajo, que si confinamiento, que si niños en casa, que si no ver a la familia, que si verla demasiado.
Tú querías estar solo y no podías.
Tú estabas solo y no podías ver a nadie.
Faltaba un abrazo, un café a media mañana con los compañeros.
¡Tantos sacrificios! La mayor parte los podemos englobar en un sacrificio de tiempo. Hemos sacrificado tiempo de estar solos, y de estar con gente. De estar con la familia, o de ocio propio por el teletrabajo, que nos ha desbordado. De esto ya hablamos largo rato aquí. Hemos sacrificado el tiempo que antes dedicábamos a caminar al trabajo, a estar con nosotros mismos. También tiempo de sueño,
En mi caso, los sacrificios han sido también a nivel económico (me he reducido las horas para poder trabajar con mi hija) y a nivel personal (he dejado prácticamente aparcada la escritura de la tercera novela y de este blog).
Si quieres y te apetece, me puedes contar tus sacrificios en comentarios. No voy a poder hacer mucho, pero nos podemos reír o llorar juntos.
Pero decíamos que todo tiene dos caras.
Uno sacrifica para obtener algo a cambio.
Y ahí es donde digo que alguna cosa buena ha traído el COVID (no me lapidéis todavía).
Por ejemplo: puedes insultar a la gente por la calle sin que te lean los labios.
A mí esto me parece una ventaja gordísima. No me digáis que no lo habéis hecho, porque yo me he acordado de la madre de más de uno en un paso de cebra.
También sé de más de uno que se ha hecho el loco con eso de «con la mascarilla no te reconozco…»
Otra cosa buena: Habéis pasado más tiempo con quien sea que viva bajo vuestro techo. Empezando por los niños.
Os digo esto como cosa buena y también os cuento que hay días en que quizás, solo quizás, jugando al escondite, haya tardado un poco más de la cuenta en encontrar a mi monigote.
O me haya encerrado en el baño y alargado la ducha solo un poquito máaass.
Pero el otro día, en un momento de esos de pffff no puedo más (os recuerdo que aquí en Chile los niños llevan en casa desde marzo, todo el curso escolar, y en pleno invierno, no como vosotros que habéis pasado dos meses de veranito) , en uno de esos momentos pensé: “Quizás esto, de alguna manera, marque nuestra relación para siempre”.
Sé que es una afirmación sin fundamento y seguro que algún psicólogo en la sala me lo desarma, pero, la verdad, me da igual. Yo ya os he dicho muchas veces que no soy coach ni nada de eso y mis chorri-teorías son para quien guste.
¿Os habéis parado a pensarlo? ¿Y si este tiempo que hemos pasado, este año entero, y si marcara la diferencia para nuestra relación con los demás?
¿Y si gracias a esto existe una generación que cree en cuidar uno de los otros, en estar juntos? En los juegos de siempre.
¿Y si este tiempo en que yo lo he dejado todo para jugar a las muñecas, a los disfraces, al twister y a lo que hiciera falta, y si se le queda en el cerebro?
¿Y si cada una de sus tiernas neuronas aspiran de una manera inconsciente lo mucho que le quiero, lo mucho que me gusta estar con ella? ¿Y si eso le ayuda a ser mejor persona?
He visto a mis amigos hacer toda clase de manualidades, obras de teatro, torres imposibles de Lego… Padres que han sacrificado tiempo y sueño porque tenían que estar con sus hijos.
¿Cuándo habéis visto a unos padres con sus hijos adolescentes cantando y bailando en tik tok? ¿Perdona? Cuando yo tenía dieciséis años ante todo quería estar con mis amigos. Quizás esto ha sido una oportunidad para estar con los que en realidad queremos. Aunque haya sido obligado.
Hace tiempo lanzaba este desafío en el blog:
Cuenta a los que viven contigo (especialmente si son niños o adolescentes):
- Una vez que te equivocaste y la cagaste hasta el fondo. De esas que duelen y te arrepientes.
- Una vez que te enamoraste.
- Una vez que hiciste el Ridículo. Así, con mayúsculas.
- Uno de tus sueños.
- Lo que te gustaba hacer y a lo que nunca dedicas tiempo.
- Un recuerdo de tus padres y otro de tus abuelos.
Probad y luego me contáis.
¿Más cosas buenas que nos ha traído el COVID?
- A mucha gente le ha gustado lo del teletrabajo. En mi caso no lo cuento porque yo llevaba tiempo trabajando a veces desde casa, eso sí, no con monstruito cerca.
- Valorar la rutina, la cotidianeidad. Comprar el pan. Dar una palmada en la espalda.
- Querer hacer deporte por primera vez en vuestra vida.
- Congelar la llamada del Skype y decir que no tienes señal para no reunirte con tu jefe (no está basado en un caso real)
- En mi caso, un taller de escritura que ha juntado gente d muchos sitios diferentes, ¡incluso hasta un chileno que vivía en Japón! Todo por la magia de internet.
- Sin olvidarme la publicación de mi novela El segundo de antes, aunque ya estaba programada.
- Y la barrigaza esta que me ha salido. Esto no estaba programado, y ahora os voy a contar algo personal.

En enero del 2020, antes de que la palabra COVID entrara en nuestro vocabulario, me habían dicho que ya no podía tener hijos. De verdad. Que era del 1% que entra en la menopausia antes de los 40. Luego la lotería no la gano.
De lo que me hizo sentir la palabra “menopausia” mejor os lo cuento otro día largo y tendido. Es estúpido como estamos influidos por el canon de belleza, por la idea de mujer guapa y joven, y de repente parece que si no tienes la regla eres vieja.
Siento todos esos pensamientos negativos y me pido perdón por ellos, y de paso, a alguna amiga a la que le ladré y le moqueé con la excusa de “pobrecita de mí mira lo que me ha pasado”. Menos mal que a mí estas cosas me duran más bien poco. Enseguida pensé, pues bueno, hay que cuidar la salud, y en fin, a f*** sin medios…
Y lo siguiente es que hay un alien pegándome patadas en la barriga.
Así que evidentemente, mi proyecto de bebé es lo mejor que me ha traído el 2020.
O quizás esto sea un sesgo cognitivo, del que también os hablo otro día, y el 2020 sea una mierda, y yo me esté creyendo mi película.
4 enero, 2021
[…] del año, pero no olvido nada. Ni un minuto: estoy convencida de que, a pesar de tanta historia, alguna cosa buena hemos sacado todos. Algunos han interiorizado más, otros han pasado más tiempo con la familia. Otros habrán leído […]